Y el Diablero construyó su casa para protegerse de la humanidad.
Decidió levantar paredes fuertes.
Quince años trabajó en la construcción.
Decidió no hacer ventanas para que las luces del hombre no invadieran sus sueños nocturnos.
Piedra por piedra llegó hasta lo alto.
Decidió que su casa no tuviera puertas ni claraboyas ni abertura alguna que permitiera el acceso de esos bípedos llorones hacedores de muerte y de culturas.
Y terminó su casa el Diablero.
Pero se quedó afuera.
(Teatro de Cuentos. Acto I. Diablero)
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Un poco de lluvia
Un poco de lluvia quedó entre los ojos del Diablero. Digo esto para que no supongan que se trataba de lágrimas delatando nostalgias que le mordían la sombra.
El pasto del Camino de la Santa Fea tragó sus pisadas y los perros de la esquina anunciaron su llegada.
En uno de sus infinitos bolsillos apretaba con cuidado la bolsa de papel con caramelos de coco y limón ácido. Este era el regalo para sus atorrantes compañeros; era la entrada, el pase y abono, el cascabel sortija de calesitas.
Cuando cerró el portón de rejas verdes la calle le lanzó un sapo que fue a parar a los pies del jazmín.
El Diablero entró en la casa.
Un acto de magia puede resultar un acto heroico o un mamarracho.
En el fondo, coronando una pila de cascotes sobre una mesa lamentable, la garrafa montaba guardia. Esta conjunción cósmica presuponía agua caliente para el mate y reservas para un baño.
A la derecha del árbol de mandarinas, a la derecha del árbol de pomelos gigantes, en su rincón, la tortuga dormía.
El “Panzonato” de Maleja maduraba inflándola de maternidad inminente. (Veamos: dentro del Panzonato maduraba La Eta. Los atorrantes en cuestión son, necesariamente, Pancho Sanza y Noel).
El Diablero entró, los dos atorrantes zapatearon y él señaló el bolsillo pertinente donde estaba la bolsa de papel con caramelos de coco y limón ácido.
Un acto de magia puede resultar un acto heroico o un mamarracho.
Pero lo más probable es que resulte ignorado por casi todo el universo.
(Teatro de Cuentos. Acto III)
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Cuenta el Diablero que el Diablero dice
Cuenta el Diablero que el Diablero dice que los circos fueron secuestrados en algún desierto posmoderno y que desde entonces son destino de caracol: apenas un rastro brillante bajo el sol.
Y en la ruta mojada de los recuerdos tristes el llanto lo nombra todo.
Cada todo.
(Teatro de Cuentos. Acto III)
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...Pero cuentan que cuentan que un día un inteligente verificó empíricamente que la luna se reflejaba en cualquier cuerpo pulido o mojado. En virtud de tal descubrimiento, y harto de la convivencia ciudadana, decidió abandonar la urbe llevando consigo un balde de lata lleno con agua. En medio del llano instaló dicho recipiente para que la luna se reflejara y, cada vez que se le cantaba, alteraba el color del líquido.
A este hombre inteligente, según se cuenta que se contó, lo llamaban Diablero. Lo que no consta es la razón por la cual lo referían de ese modo. Pero claro, no se halló a nadie con inteligencia suficiente para aclarar tal cuestión.
(Teatro de Cuentos. Acto III)
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Regreso con la noche en los hombros.
La lluvia se derrumba en el horizonte y se aproxima desgajando los perfumes del monte.
Una luna especular proyecta su ojo sobre el mundo a la espera de los velos del agua. Blanca luz de pálidos contornos.
Lo que alguna vez fue la casa del Diablero aúlla de silencio y me detiene.
Todo fue. Ya todo fue.
La casa sin ventanas, sin puertas, sin lucernas. Nada queda. Ya todo fue.
En torno al vacío se delatan rastros de aquéllos que, liberados como yo tras los márgenes raídos de un relato, hemos llegado a este confín.
La marca de cada mirada ha desleído la armadura de las piedras.
Por eso ahora, sólo mi escritura y yo estamos de pie en el lugar.
Una garganta se hunde en el suelo.
Sé, sin saberlo, que el túnel condujo al interior de la casa.
Cierro los ojos para ver.
Vislumbro dos ceremonias, dos certezas.
En la primera, el Diablero construye el túnel e ingresa a la casa.
En la segunda, inicia la construcción del túnel y lo abandona a medio hacer.
Conociendo al Diablero como lo conozco sé que optó por la tercera.
(Teatro de Cuentos. Acto X)