Dicen que los que sólo admiten un par de ojos para ver el mundo afirman que la culebra de bolsillo es un mísero engendro ofídico que habita los zanjones del suburbio. Y cuentan que los infantes, malandrines y maleducados, las acopian en sus bolsillos entre piedras, migas de pan y eventuales monedas.
Otros saben, obviamente, que la culebra de bolsillo es un artilugio que acompaña soledades.
Cuentan que cuentan que el Recolector de Pesares busca en las iglesias fragmentos de rosarios olvidados tras las misas vespertinas. Su intuición natural le permite reconocer aquéllos que han sido oportunamente bendecidos.
Dicen que al amanecer de cada domingo selecciona un fragmento de rosario que contenga dieciocho cuentas, que lo envuelve en un trozo de lienzo y que lo oculta bajo el manto de la virgen de milagros y porfías. Más tarde, diluido en las sombras de la noche, el Recolector de Pesares recupera el envoltorio, acaricia levemente los pies fríos de la virgen y huye sigilosamente hacia los muelles del puerto.
Saben los que cuentan que el recolector espera un milagro elemental y secreto pero, y esto ocurre por obligación de los relatos, al descubrir las dieciocho cuentas de rosario es una culebra de bolsillo la que discurre entre sus manos.
Mientras las viejas damas multiplican oraciones en el templo y sus dedos articulan pulidas cuentas de rosarios, el Recolector de Pesares practica el rito en los dieciocho anillos vertebrales de su culebra.
Dicen que dicen, además, que la mutación del rosario en culebra es destino inapelable pues las mismas damas sentencian que el pecador del que hablamos es un maltrecho adorador del demonio. Por ende, la culebra es un reflejo adecuado del señor de infiernos. Analogías y cultos.
Los titiriteros y los fabuleros suelen también apañar, en los bolsillos de sus casacas, culebras de bolsillo; pero éstas obedecen a otros principios genéticos. Aunque las viejas damas del templo sostienen, para estos vivitantes, iguales juicios de valor.
(Teatro de Cuentos. Acto II. Culebras de Bolsillo)