BENEDICTO ESPINOSA



En Melincué, una vez, fue sábado.

Y en la vida de Benedicto Espinosa, alguna vez, fueron las tres de la tarde.



(Teatro de Cuentos. Acto XX)


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Paradoja del barrio: el día que murió Espinosa su vecino lo esperaba para beber unas cervezas en el club de bochas acumulando rencor y alcohol ante la ya clásica morosidad de Benedicto.

Sorprende la idea de llegar tarde al último día del mundo o al último día de vida. Hay un rasgo de inmortalidad en todos los impuntuales.



(Teatro de Cuentos. Acto XX)


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Estaba toda mojada. Las piedras de la playa asomaban sobre el agua para verla. Estaba toda mojada y desnuda. Los flamencos estiraban sus pescuezos para verla. Estaba toda mojada, desnuda y muerta. Ese día moría Espinosa y ella ya estaba muerta. Los Tratantes de Aguas llegaban para verla: duele el agua menos que el fuego, pero pudre más.



(Teatro de Cuentos. Acto XX)


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Juegan ajedrez como estúpidos principiantes que intentan romper los sellos. Negra la ella, negro el viajero. Miran los trebejos con pasión. “Dicen que Espinosa ha muerto este día”, habla el viajero, “cuénteme cómo es la muerte”, agrega mirando sus ojos negros. “No sé qué es, pero le hablaré largamente de ella”.



(Teatro de Cuentos. Acto XX)



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El día que murió Espinosa, Espinosa no se murió. Ni siquiera se enteró que ese día se había muerto.


(Teatro de Cuentos. Acto XX)


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La intertextualidad es un invento

de lingüistas trasnochados que creen

que un texto dice más de lo que dice.



(Benedicto Espinosa, reescritor, Crítica de la sinrazón lingüística)