ENCAPUCHADOS


Encapuchados

Por Sergio Francisci*

Que andar encapuchado no es como andar ciego. Que mucho ojo cerrado no asesina un sueño. Que andar encapuchado te deja algún color para estimar, por lo menos, si hay sol o no hay sol o si las estatuas ven llegar a Medusa. Que caminar encapuchado por estos pasillos no es lo mismo que andar encapuchado por el desierto. Que la realidad es la metáfora de los cuentos. Que primero se escriben los cuentos y que después se escribe la realidad. Que puedo ver cuando me decías "Los vivos no saben que están muriendo, los muertos no saben que están viviendo".

Que cuando la capucha deja de dolerme me duele mucho el alma. Que la resurrección del monstruo implica la recreación del hacedor. Que encapuchado la pared tiene luz que te entra por los dedos despellejados donde la sangre es la intuición de la muerte. Que veo cuando me decías suavecito que "Para conocer a Dios hay que desnudarlo. No tenes que quitarle las ropas, tenes que quitarle los nudos". Que sí, que ya me muevo. Que encapuchado camino y no veo la escalera. Que me caigo y que me dice boludo. Que encapuchado no veo que me voy a caer. Que la capucha no me deja ver la puerta, que no sé si está abierta o cerrada. Que puedo ver cuando "Dios cierra los ojos y pide deseos: entonces en el Vaticano una vela se apaga, entonces una mujer se desnuda en las aguas del Mar Muerto, entonces se corta la cuerda de un violín en Melincué".

Que no sé cuántos otros encapuchados hay. Que un rosario de encapuchados, pero que de encapuchado no sé si hay alguien mirando. Que aunque nos miren caminar con el ruido que meten esos motores no me doy cuenta. Que me doy cuenta de que Todas las cruces son crucificadas en Roma, que todos los caminos conducen a la cruz, que todas las cruces conducen a Roma". Que cuando la capucha me habla al oído me parece que sos vos la que llena mis orejas de caricias. Que me acuerdo encapuchado cuando metía tus pies helados entre mis piernas para calentarlos. Que la luz que se le escapa a la capucha parece la de la luna. "Que la cruz huye de mí, que María me regala una sonrisa cómplice". Que la puerta se cierra pero no se apaga el ruido de motores. Que de encapuchado me muevo, o no, porque en realidad estoy quieto, lo que se mueve debe ser el contenedor de encapuchados.

"Que me muevo de memoria en la barranca del río y en la playa aún perduran las huellas que dejamos al avanzar hacia el lecho de barros y los cangrejos marrones como el agua se refugian del viento en el hueco vacío de esos pasos". Que aunque encapuchado me doy cuenta de que el de la derecha es encapuchado y que la de la izquierda es encapuchada. Que de encapuchado con el pie toco más encapuchados aunque no los pueda ver. Que la realidad es la metáfora de los cuentos. Que primero se escriben los cuentos y que después se escribe la realidad. Que te veo cuando me contás que "Una mujer perdió la vida y él se la encontró y fue a buscarla pero no la encontró porque ella también se perdió". Que de encapuchado me acuerdo que me olvidé de decir que no me gusta ser encapuchado. Que vuelo, no, no vuelo, vuela el contenedor de encapuchados. Que me acuerdo que no me olvidé cuando me contaste que "Dos mujeres perdieron el amor y desnudan las fotos de los estantes y en la cama el corazón cierra su sexo sanguíneo y bajo la almohada queda el perfume fósil de un nombre". Que puede ser de noche porque lo único que se ve es el ruido de los motores. Que la capucha se me pega en la nariz porque alguien abrió una puerta o una ventana. Que de encapuchado me doy cuenta del viento que entra por ese agujero. Que me contás que 'Tres mujeres perdieron el tiempo, todo el tiempo y ni un segundo queda en sus bolsillos y los relojes se caen y sus agujas clavadas en el horizonte no dejan pasar al sol". Que a lo mejor me llevan para tapar el agujero para que pare el viento. Que digo pienso semejante estupidez porque sé, encapuchado y todo, sé. Sé quiénes son. Sé por qué, sé para qué y desde ahora y para siempre todos los cuentos son míos.

Y veo que "Cuatro mujeres perdieron la vista y sus ojos esperan, húmedos de lluvia, en el umbral de la noche y los ciegos del templo huelen relámpagos y los ojos saltan el umbral de la noche y llueven". Que cuando cruzo la puerta el viento sigue y que ahora sí soy yo, encapuchado y todo, el que vuela. Que ahora sé que es de noche y que no sé para qué pienso eso. Que prefiero pensar en tus pies fríos, o mejor, en tus pies calientes y en tu espalda caliente y en la luz caliente entre tus piernas. "Que cinco mujeres perdieron el rumbo y giran locas las veletas y las raíces del bosque clavan sus dientes en las nubes y por los caminos del aire la brújula de una estrella naufraga".

Que la realidad es la metáfora de los cuentos. Que vuelo encapuchado. Que el conocimiento es una construcción que delata la hipócrita ficción de la noche. Que la memoria es la luz de los ojos. Que mi vieja decía que no me ponga bolsas en la cabeza que me puedo ahogar. Que no es la bolsa lo que ahoga, vieja. Que es el agua. Que es el agua, allá abajo, la que ahoga encapuchados. Que el agua ahoga, vieja, pero no asesina. Que los asesinos no son de agua, vieja, pero el agua del río ha de inundarlos para siempre.

* Del volumen "Cuentistas rosarinos. V concurso de cuentos". UNR Editora.


[*] imago gabriel pacheco

Contratapa | Jueves, 01 de Febrero de 2007