TEATRO DE CUENTOS / 01

TEATRO DE CUENTOS
Un lugar

En todo Teatro de Cuentos hay, al menos, un lector: un fabulero.
A veces hay muchos. Los cuentos que leen están escritos sobre distintas cosas, muy rara vez en hojas de papel.
A veces los cuentos están escritos sobre instrumentos sonoros, un piano, una bolsa con piedras.
A veces sobre títeres o en el cuerpo de los fabuleros.
A veces las cosas son fuentes de luz, objetos que iluminan el acto. Luz que proyecta formas y palabras.
A veces un fabulero es el que porta la luz.
A veces el Respetable Público es un fabulero de voces, de reflejos, de cantares.
Fabuleros y Respetable Público disponen sus sentidos y construyen un camino.
A veces sólo hay fabuleros sin camino.


“El Teatro de Cuentos
es una suerte de publicación oral de los relatos,

una edición oral de las historias
que un fabulero ha escrito.

Los fabuleros son escritores
puestos a narrar a través de su voz.”



En todo Teatro de Cuentos hay un lugar de encuentro.
Puede existir una convocatoria previa. Puede ser un accidente.
Se pueden planificar presentaciones continuas. Puede repetirse una publicación oral. Puede no repetirse.
Se pueden proyectar giras de Teatro de Cuentos por distintos horizontes.
A veces alguien dispone un lugar, una convocatoria y después llegan los fabuleros. Los lugares más usados han sido: bibliotecas, librerías, plazas, bares, escuelas, teatros, calles, hospitales, centros culturales.

El Respetable Público puede desagregarse por edades, por profesión, por intención. Puede no desagregarse.
Cada fabulero puede llegar con su publicación oral o los fabuleros pueden congregarse previamente para construir la edición.
A veces los objetos escritos se exponen en los lugares de encuentro.
A veces los objetos escritos se reparten entre los presentes.
A veces se llevan cuentos a un lugar.
A veces, dado el lugar, se escriben cuentos siguiendo pautas de fabulación cartográfica.


* * * * *
TEATRO DE CUENTOS
Un camino


Diógenes Hozté insinúa que abandonar el lugar de existencia significa, en primer término, fugarse de la realidad. La idea no es original ni concluyente; define apenas una marca de costumbre pues, al fin, los inconclusos, encadenados a la excusa de las ciudades, nos consolamos con la evasión en la escritura. Afirmamos que escribir es, en primer término, huir de la realidad. Y esto, si quiere, sólo lo decimos para decir algo. Luego, así como en todo mapa existe un sitio que no pertenece a este mundo, en toda escritura se desdobla un sendero que conduce a palabras que jamás podremos hallar.
Ocurre que somos esos que vuelven la espalda al mundo para mirar, con los ojos cerrados, el suelo o el sueño donde toda ciudad se descubre como la superposición de los escombros del fracaso continuo.


Soy inconcluso porque me reconozco suicida.

Quien una noche cualquiera
llegue para soñar mi sueño
asumirá la pesadilla
de resucitarme.
No recomiendo semejante comparecencia,
aliento mejores accidentes.


Y me duermo despeñando la cabeza
en el abismo de la cama.
Al despertar, pierdo el
juicio y me sumerjo
en un estanque de palabras.
El lenguaje es una jaula.


Al despertar me miro en el espejo:
“La cabalgadura de un rey ignorante
no necesariamente es un burro.”

Mi caballo por un reino.


Los muertos y los inconclusos, al igual que los vivos, ignoran qué hay más allá de la muerte.
Los muertos y los inconclusos, al igual que los vivos, no saben de dónde vienen.
La ignorancia resulta ser nuestra mejor estampa.


Toda estrella es fugaz. El universo es
un instante.

Donde termina el universo comienza el infinito.
En ese lugar
conviene
inst
alar
a un teólogo con un espejo en la mano
¿Qué es lo que ve?



Vamos a suponer, en este acto de ocaso, que los horizontes juran fidelidad al mundo.

Antes de la Historia, todo era verdad.


La primer palabra, Ubú,
es una palabra
jamás pronunciada.

El hecho teatral es,
necesariamente, irreversible.



La escritura es el epitafio de la voz.

La escritura es un intento desesperado por representar los sonidos del pensamiento.

La expresión oral del pensamiento determina su ausencia.

Todo relato es un anuncio del siguiente.
Pero vivir esperando algo devalúa el presente.

Necesito encontrar palabras que puedan representar mi pensamiento. No se trata de recordar las palabras que pensamos; si así fuera, bastaría con ejercitar, apenas, la memoria. El pensamiento no discurre sólo por códigos alfabéticos. La intuición y la percepción de una idea van más allá de su traducción. Rara vez uno escribe lo que piensa, por lo común uno escribe lo que escribe. La escritura es una ínfima y falaz expresión del pensamiento.


A muchos escritores de esta ciudad
les cortan la lengua
para obligarlos a escribir todo.



No sólo un escritor relata siempre la misma historia, todos los escritores relatan siempre la misma historia. Lo mismo acontece con los suicidas inconclusos.

Antes de la Historia, todo era verdad.

Abandonar el lugar es, en algunas ocasiones, hacer caminos.
Los inconclusos, encadenados a la excusa de las ciudades, nos hacemos el cuento de la escritura. Y así como en todo mapa existe un sitio que no pertenece a este mundo, en toda escritura se extiende un sendero que conduce a los Teatros del Cuento.

Mañana comienzo el viaje.


* * * * *




TEATRO DE CUENTOS
Una plegaria



Guardo en mi mochila, además de los trebejos necesarios,
una “Plegaria para el Hacedor de Caminos”.

Dejo copia para el que sigue.


“Que tu sombra acompañe
las huellas por labrar;
abandona sin remordimientos
las que se aferren al paso dado.

Que los desiertos te abran
el horizonte
cuando amarres el alma a un recuerdo.

Que los bosques templen
tus miedos atroces
en las costillas de un lobo.

Que los pueblos no te oculten
el camino
cuando escuches la voz de sus calles.

Que los hombres no humanicen
tus gritos desesperados.

Que los sueños no te despierten
en la mitad de un milagro.

Que las palabras te signifiquen
cuando te busques
en los laberintos de un relato.

Que la lluvia te llegue
del cielo y no de los dioses.”




Antes de la Historia, todo era verdad.
Después de la Historia, todo es fabulación.


Mañana comienzo el viaje.
Mañana.